A VUELAPLUMA
Puedo entender que para hacer atractiva al aficionado una obra musicalmente tan mediocre y temáticamente tan alejada de la sensibilidad actual (¡el honor mancillado!) como La favorita de Donizetti, que se presentó anoche en el Teatro de la Maestranza de Sevilla en su versión francesa, Hugo de Ana recurriera a un exuberante barroquismo de símbolos y efectos abigarrados y excesivos, pero ¿por qué hacerlo a costa de la vista de los espectadores? Casi tres horas de incesantes proyecciones sobre un tul colocado en la boca de la escena, que desplazaba a un segundo plano una representación de iluminación más bien sombría, terminan causando dolor de cabeza al más fervoroso amante del belcanto. Yo, que no lo soy, llegué a casa con el nervio óptico clamando venganza, pero sin crucifijos, sin crucifijos.
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