Pescadores de perlas de Bizet.
N. Manfrino, R. Alagna, M. Barrard, N. Courjal.
Coro de la A.A. Teatro de la Maestranza.
Real Orquesta Sinfónica de Sevilla.
Director: Pedro Halffter.
Teatro de la Maestranza.
Sevilla, 6 -V-09.
La Razón
9 Junio 09
Gonzalo Alonso
«Los pescadores de perlas» es una de las obras de Bizet más injustamente maltratadas por los teatros, que no la programan a pesar de la belleza de sus melodías –cuatro o cinco motivos muy bien administrados–, su brevedad y la relativa facilidad para encontrar voces que la afronten. Se pondrá de moda cuando un teatro la ofrezca con una buena pareja protagonista, pues entonces otros le imitarán. El caso es que en Sevilla el reclamo era Alagna, también como anticipo del «Cyrano de Bergerac» de la próxima temporada con la presencia de todo su clan familiar. La experiencia no ha podido ser más frustrante. Alagna, que ha abordado repertorios más pesados, quizá no esté ya para «Pescadores». Desde luego, no lo estuvo para su célere aria, que musitó en un continuo falsete como si estuviera delante de un micrófono en un estudio de grabación, por lo que resultó prácticamente inaudible. El escándalo hubiera sido mayúsculo en cualquier teatro de primera categoría ante el enorme engaño.
En el Teatro Maestranza se le ovacionó y él consideró que incluso lo suficiente –que tampoco lo fue– como para repetir el aria ante la mirada incrédula de Pedro Halffter. Y aún se le oyó menos. Absolutamente inadmisible. Quizá aún bajo los efluvios de «Tristán e Isolda», quizá por exigencias del divo tenor, quizá para más tarde contrastar, o quizá temeroso de que se le escapara algo de una obra que abordaba por vez primera en su tremendo tour de force –debuts en «Fanciulla del West», «Tristan» en apenas cuatro meses–, lo cierto es que Halffter pretendió solemnizar una partitura que no lo permite y, en el primer acto y parte del segundo, se le escapó lo más importante: el alma de la misma. Así, el precioso dúo tenor-barítono perdió su fuerza con una lectura cansina y premiosa. Afortunadamente, entró en la música en el concertante final del segundo acto y se mantuvo en ella durante el tercero aligerando tempos y ampliando dinámicas y contrastes. Cumplió pero sin alardes la soprano Nathalie Manfrino. Tampoco era cosa de eclipsar al protagonista. El bajo Nicolas Courjal, que dominó su papel, estuvo por encima del barítono Marc Barrard, un Zurga de poder mermado. El público ovacionó más de lo que la ópera en concierto merecía
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