Amparanoia conoce a Rigoletto
'Allegro Vivace'.
Sesiones con colegios (ya concertados) hasta mañana, a las 10:00 y a las 12:00. Hoy a las 19:00 hay una función para familias, con entradas aún disponibles a 8 euros (adultos) y 5 euros (niños).
El Maestranza alberga 'Allegro Vivace', espectáculo concebido para el público infantil en el que una joven ajena a la ópera descubre los encantos del repertorio lírico
¿Qué espera encontrar un niño cuando acude a su primer contacto con una soprano? Hay quien no anda desencaminado y, cuando se le cuestiona por sus expectativas, imita a una diva en una interpretación desgarrada. Otros se muestran un tanto desnortados y zanjan en una palabra sus previsiones. "Famosos", expresan con la ilusión en los ojos de quien va a conocer, de cerca, el brillo de la celebridad. Y hay a quien la ópera en sí misma no le quita el sueño, precisamente. "Tú pon que somos de Lepe", indica sin rodeos al periodista.
Antes del espectáculo, un actor de la compañía Yera Teatro va desvelando a través de una animación algunos detalles del Maestranza. Todo es chulo en su descripción: la sala en la que ya se han instalado los alumnos es "bien chula", y los técnicos del coliseo hacen, por supuesto, "cosas chulísimas". El intérprete lo afirma antes de mover una batuta imaginaria y pedirle al auditorio -ay, son los tiempos de Little Einsteins- que codirija un extracto musical con él. Logra, en todo caso, que el público vaya entrando en el juego. Y cuando se descorre el telón para dar paso a Allegro Vivace, el equipo de esta obra dirigida por Joan Font (Comediants) recibe tal ovación que habría hecho enfermar de envidia a cualquier icono pop.
Una chica (Marta Rosell) con el atuendo de Amparanoia o La Mari de Chambao, que desconoce los entresijos de la ópera y se teme que la impostación es algún virus despiadado, se topará con Vivace (Jordi Vidal), un melómano apasionado que le expondrá las razones por las que ama las composiciones de Verdi o de Puccini. La ópera, hace saber a su compañera de viaje, habla de pasión, de sensualidad, de celos, de los fascinantes meandros del juego amoroso. Y la falsa Amparanoia, prendada de su novio, empieza a interesarse por el asunto. Y en una pausa de un vertiginoso recorrido que se detiene en Monteverdi, Purcell, Mozart o Bizet, entre otros, la chica sucumbe definitivamente. Y dice eso de "mola mogollón, ¡quién lo hubiera pensado!".
Carmen, la heroína de Mérimée y Bizet, aparece en escena. Y un espectador, confundido con la pasión sureña de la cigarrera, exclama en voz no muy alta: "¡Flamenco!". "Me gusta esa tía fuerte y rebelde", prefiere asegurar la chica, cada vez más apegada a la causa. Su entusiasmo origina, incluso, que acuda a un casting donde queda patente la rivalidad entre la soprano y la mezzo, o que monte la escenografía para una versión de El elixir de amor, de Donizetti. Y asistirá conmovida al trágico final de Rigoletto, aunque en el patio de butacas alguien ponga reparos. "No lo entiendo", se rebela mientras Gilda agoniza en los brazos de su padre, "está muriéndose la tía y va y canta". Pero en la ópera, ya lo han aprendido otros, todo es posible.
“La ópera es para frikis con mucha pasta”, afirma la protagonista de Allegro Vivace, espectáculo que esta semana puede verse en el Teatro de la Maestranza y cuya finalidad, aunque parezca lo contrario, es enganchar al público menudo a la lírica. “Muy bonito, pero esta música es de los tiempos de mari castaña”, asegura después la irreverente y luego conversa hippie que, buscando un lugar donde montar una fiesta, se topa con un extraño lugar en el que unos seres no menos raros se ponen a cantar a Rossini como si tal cosa.
El último espectáculo infantil del Liceo no es, todo hay que decirlo, un dechado de originalidad. Menos mal que, en el prólogo, la compañía granadina Yera Teatro se encargó de animar a los 2.000 niños (serán 12.600 al final) que abarrotaron ayer por la mañana, en función doble, el Maestranza. Hubo más pasión por la música en el muñecote digital que ocupó al principio el escenario que en toda la hora y media de Allegro Vivace. Y esto último lo corroboraron los peques: si no se habían dormido, jugueteaban con el móvil o alababan los atributos físicos de la prota. Al final, en medio de los aplausos, algún abucheo, contenido eso sí, que los profesores acechaban.
El superbarbero de Sevilla, La pequeña flauta mágica, El pequeño deshollinador y Dulcinea han sido algunos de los excelentes títulos para escolares programados por el coliseo en los últimos años. Allegro Vivace viene avalada por la firma de Comediants, pero en esta ocasión no hubo conexión con un inquieto y menudo público al que le pusieron difícil entender lo que sucedía en un enredado escenario en el que toda la ópera sonaba igual, con piano y violonchelo, fuera Monteverdi o Puccini que, al parecer, tanto daba. Menos mal que el parlanchín dibujo que hizo de animador en los minutos previos a la representación encandiló al personal haciéndole dirigir con una batuta imaginaria, enseñándole los instrumentos de la orquesta y formulando adivinanzas a algunos sufridos y un tanto despistados profesores. “¿Con trabajo parece...?” preguntaron. “El piano”, fue la respuesta, ¡ay!, de una ruborizada maestra.
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