Los programas culturales se resienten pero Barenboim sigue intocable en su atalaya
Sólo cuando todas las partes han dado su última palabra es posible clarificar qué tormentas o vientos alisios han despeinado a la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla (ROSS) en una semana en la que sus perspectivas de crecimiento se han visto hoy por hoy mermadas por el responsable hachazo perpetrado por el consistorio. 800.000 euros que se van a echar de menos en la temporada 10/11 de la orquesta, quedando la inversión municipal en la cifra de 2.772.000 euros.
En época de crisis la cultura nunca juega el papel de hija pródiga. Tal vez sea un error, pero dicta el sentido común que antes podemos prescindir de Mozart que de chícharos en la mesa. Y en esa tentación, populista y demagógica, esgrimida por los políticos, ha incurrido la delegada de Cultura, Maribel Montaño, para justificar los recortes ("la prioridad es el empleo", recordó). Con este panorama, los tijeretazos los sufrirá el conjunto de los programas culturales.
Mientras que el PP, como casi siempre perdido en esto de la cultura, pone en solfa el Festival de Cine Europeo y propone "repensar el presupuesto" (esto es, desvestir a un santo para vestir a otro), Montaño proclama que el Ayuntamiento ha incrementado su ayuda a la ROSS desde 2006, y a fe que es cierto.
En los últimos días la delegada ha puesto sobre la mesa unas promesas que, si el tiempo las demuestra sinceras, hablarán de la situación que hoy vive la Sinfónica como un mal trago coyuntural. Asegura que "nivelará las aportaciones" en cuanto la crisis se extinga, mantendrá la plantilla de la ROSS, se muestra receptiva a la negociación del convenio colectivo y, lo más importante para el público, asegura que "no se reducirán los programas de abono".
Su argumento, viéndolo con serenidad, parece honrado: el 19,8 por ciento que le ha quitado sirvió para que ésta, en 2009, gozara de las mieles del éxito en centroeuropa. Ergo, si en 2010 no hay gira, el machetazo a la cuenta les impedirá crecer en dimensión pública, salir fuera y adquirir nuevo material (que no es precisamente poco, ojo) pero no ha de dar al traste con la temporada sevillana.
Es lógico lamentar que con estos pasos atrás sea difícil llevar con dignidad la etiqueta de Sevilla Ciudad de la Música. Es comprensible también añorar los avances que en materia de política cultural se dieron en la etapa durante la que Juan Carlos Marset se responsabilizó de la delegación y es normal estremecerse pensando qué sucederá en junio, cuando cuatro administraciones se reúnan para rubricar otro tacaño presupuesto para el Maestranza.
Pero no ha de extrañarnos. En Valencia ya no saben cómo administrar los cuartos para hacer viable el mastodóntico Palau de las Arts (con menos dinero y sin casi producciones propias), en el Liceo de Barcelona se ha cancelado su programación en el Foyer y en el Auditorio Nacional de Madrid han puesto freno a varias actividades.
Sin embargo, en Andalucía sucede un fenómeno extraño. Un aplauso para la Junta por mantener íntegra su aportación a la ROSS, pero, ¿a qué obedece ese impertinente dislate que supone aumentar ¡en un 60 por ciento! la excursión veraniega de Daniel Barenboim? (2,4 millones de euros) Su objetivo pacificador, por más que bello, se ha demostrado estéril, los resultados musicales de su Taller del Diván son discutibles y el director de las cuatro nacionalidades jamás ha tenido el detalle de dirigir como invitado la ROSS o marcarse un recital de piano con un caché menos abultado.
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