Aquí les dejo, para disfrute del lector, una entrevista del ABC de Sevilla a Justo Romero, durante años crítico de ópera afincado en Sevilla. Valgan sus respuestas para aquilatar a este señor justamente denominado "Injusto Romero", al que nadie hecha de menos por estos lares.
Personalmente le deseo una buena indigestión paellera en cualquier restaurante a pie de la Malvarrosa.
Justo Romero, Crítico musical
Tras veinticinco años ejerciendo la crítica musical en Sevilla, Justo Romero es dramaturgo del Palau de les Arts de Valencia, y en unos días presentará en Sevilla, donde siempre vuelve durante sus vacaciones, su séptimo libro, «Chopin. Raíces de futuro», sobre el genial músico polaco
ABC de Sevilla
POR ALFREDO VALENZUELA
Domingo, 11-01-09
ABC de Sevilla
POR ALFREDO VALENZUELA
Domingo, 11-01-09
-¿El público del Maestranza es generoso?
-Endiabladamente.Cuando aplaude, de alguna manera se aplaude a sí mismo, a su teatro, a su cultura operística, a su saber estar, a su Sevilla inmutable.
-¿Y por qué el público del Maestranza tose tanto?
-Porque se aburre. En el teatro, la tos la provocan las musarañas. Cuando lo que se ofrece no es bueno, llega la tos. No falla. En el Maestranza y en el Metropolitan.
-¿Le sorprendió el entusiasmo por la ópera que surgió en Sevilla tras tantos años sin actuaciones?
-No y sí. José Luis Castro fue en esto muy cuco. Llenó el teatro de famosos. Los estrenos casi parecían el Baile de la Rosa de Montecarlo, pero a lo sevillano, claro. El público iba a ver a estos personajes. De Curro Romero a Cayetana de Alba, de los Morancos a las Abascal. Pero al mismo tiempo, Castro supo presentar espectáculos de calidad y la gente acababa enganchada al prodigio de la ópera bien hecha.
-Su amigo Rodrigo de Zayas dijo que no pisaría nunca el Maestranza por considerar el edificio un atentado estético ¿conoce a más gente que haga lo mismo?
-Es que mi admirado Rodrigo es un ilustrado y un idealista. Un señor de los que ya no hay. No conozco en Sevilla a nadie como él.
-Usted era amigo de los Halffter, incluso publicó una biografía sobre Cristóbal. ¿Cómo se explica su rechazo al nombramiento de Pedro Halffter como director del Maestranza y de la Sinfónica?
-Los Halffter y yo estamos en proceso de franca reconciliación. Así que no es tiempo de responder a esta pregunta oportuna.
-En cualquier caso ¿qué programación valora más, la de Castro o la de Halffter?
-No conozco casi nada de la programación de Pedro Halffter. Tras su llegada a Sevilla salí pitando. El ambiente musical se puso muy muy raro. Para mí, irrespirable. Así que me fui a Valencia, donde corrían mejores vientos.
-¿Sigue habiendo gente que va a la ópera no a escucharla sino a que le vean?
-Sí, aún queda gente así. Siempre la habrá. Pero, como le digo, con el tiempo se enganchan.
-Salvo dos paréntesis valencianos, toda su carrera profesional ha transcurrido en Sevilla. ¿Qué le parecieron las iniciativas para hacer de la ciudad una «Ciudad de la Música»?
-¿Sevilla ciudad de la música? ¡Sevilla aguanta todo! La «Sevilla eterna» de mi maestro Morales Padrón soporta hasta esos floripondios de «Ciudad de la música».
-¿Le gustaría volver a Sevilla, retomar la crítica?
-No me veo en la Sevilla que vislumbro desde Valencia. Aquí, en Sevilla, tengo casa y mis amigos de toda la vida, pero hoy por hoy no diviso un horizonte musical tentador.
-Cuando ejercía de crítico, había aficionados que, en vez de por su nombre, Justo Romero, le llamaban «Injusto Malahierba»?
-Algo de razón debían de tener cuando el mote ganó tantos adeptos, pero nunca me han pinchado las ruedas de la moto. Ni siquiera las de la bici.
-Antes de ejercer como crítico, cuando asistía como simple aficionado, ¿abucheó o pateó a algún cantante?
-¡Claro! ¡Y aún lo hago! Por delante del crítico siempre está el melómano.
-¿Qué es lo peor que ha escrito de un cantante?
-De Plácido Domingo he escrito cosas bastante negativas, y algunas con verdadera crudeza, pero él ha tenido la nobleza y generosidad de devolverme su amistad.
-¿Y el mayor elogio?
-Seguro que han sido para Alfredo Kraus, a Sergiu Celibidache y a Grigori Sokolov.
-En cuanto a escenografías de ópera ¿cuál es el disparate más grande que ha visto?
-Aquella «Favorita» de Donizetti que se presentó en el 92 en el Maestranza, cuya pobre y ridícula escenografía hubiera sonrojado hasta en el Teatro Chino de Manolita Chen. Pero cantaron Kraus y la Verret, así que daba igual. También un «Nabucco» en la Deutsche Oper de Berlín en el que los cantantes y el coro salían disfrazados de Abeja Maya, con un aguijón de aquí te espero. Otro disparate ha sido el penúltimo «Parsifal» de Bayreuth, del cineasta Christoph Schlingensief, en el que éste demuestra la compatibilidad entre estar como una verdadera chota y ser director de cine.
-¿Qué actuación en el Maestranza le ha hecho llorar de emoción?
-¡Ni un segundo de duda!: Alfredo Kraus cantando el «Werther» de Massenet. Octubre de 1995. Fui a las tres funciones y en las tres lloré como una Magdalena. No soy de lágrima fácil, pero ha habido más ocasiones, el «Pleurez mes jeux» de la Caballé, la «Tosca» de Plácido, «La voix humaine» con Elisabete Matos, los conciertos de Celibidache en el 92.
-¿Por qué abandonó sus estudios de piano?
-Me di cuenta que tocando el piano sólo iba a hacer feliz a mi abuela, que andaba un poco corta de oído.
-Como habitual de Bayreuth, ¿qué es lo más divertido que le ha sucedido allí?
-En un «Sigfrido», el wagnerianista Ángel-Fernando Mayo comenzó a desbarrar en voz alta sobre lo que consideraba un «bodrio» y se marchó en el entreacto. Como su localidad era mejor que la mía, en el segundo acto me senté en su butaca, me confundieron con él y casi se lían a palos conmigo, diciéndome que cómo había vuelto si tanto asco me daba.
-¿Sentía que a los congregados allí les entraran ganas de invadir Polonia, como notaba Woody Allen?
-Esa pregunta no es muy ocurrente ¿eh?
-Dígame entonces por qué Jesús Aguirre le convocaba regularmente a Dueñas.
-Una vez le dije: «No se preocupe, no diré nada de lo que se habla aquí». Su respuesta fue: «No te preocupes, si dices algo que no me interesa, yo diré que el duque de Alba jamás ha dicho tal cosa. ¿A quién crees que van a creer, a ti o al duque de Alba?».
-¿Qué aporta en su libro sobre Chopin que no se conociera ya?
-Mire, estoy tan tan seguro de que no soy Umbral como de que usted no es Mercedes Milá, pero le tengo que decir que ya era hora de que preguntara por mi libro... (Risas)
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