jueves, 14 de enero de 2010

Hay muchas cosas en la historia de una ciudad que permanecen a través de los tiempos, y gracias a esa permanencia se consolidan

SOLEDAD BECERRIL 5-1-2010
Hay muchas cosas en la historia de una ciudad que permanecen a través de los tiempos, y gracias a esa permanencia se consolidan, se hacen grandes, arraigan y se convierten en referencias obligadas: edificios, conjunto de calles, museos, instituciones educativas o actividades culturales que se mantienen, que mejoran, y que con el tiempo transcienden más allá del perímetro de la ciudad. Exigen conservación, buen mantenimiento, y también aprecio por parte de la ciudad.
La vida cultural, la docencia o la investigación no dan frutos en unos pocos años; necesitan plazos largos. Las ciudades que admiramos cuentan con museos centenarios, academias de las artes, de las letras o de ciencias prestigiadas a lo largo del tiempo, universidades de las que han salido generaciones bien formadas que han sido útiles para la sociedad. Conservación, tradición, evolución se dan la mano en los campos de la cultura y de la educación. Son terrenos en los que la improvisación, la inmediatez, el corto plazo no dan resultados. Y nadie se atrevería a cuestionar su supervivencia porque son parte del ser de esa ciudad, de su prestigio y de su valoración.
Sevilla ha sabido mantener una parte de esas señas de identidad. Otras han caído por falta de aprecio, por ignorancia o por desidia. Al cabo de los años lo hemos lamentado. Ahora parecía que habíamos aprendido la lección, y que lo que se había levantado para mejorar la vida cultural era un valor intocable. Pero puede que no sea así.
La Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, constituida hace casi veinte años, es una gran orquesta. Fue muy grande el esfuerzo realizado para su formación. El Alcalde Manuel del Valle apostó por ella; otros nos esforzamos por asegurar su continuidad. No ha sido fácil la selección de los músicos, la concertación de los mismos y el encontrar directores idóneos. Pero el esfuerzo ha dado sus frutos, y la vida cultural de Sevilla se ha enriquecido mucho. La orquesta es un valor para la ciudad, es una fuente de formación y afición musical, es un bien desde el punto de vista social, cultural y educacional. Pero es un bien frágil, que se levanta y consolida con esfuerzo y tiempo, y que puede caerse muy fácilmente sin ruido alguno. Veinte años son todavía pocos comparados con los que tienen otras grandes orquestas si bien son muchos si valoramos su aportación a la ciudad por su prestigio y su proyección unidos al nombre de Sevilla.
Los tiempos son difíciles, muy difíciles, para la economía de la ciudad. El gasto público deberá reducirse en todo aquello de lo que se pueda prescindir o posponer, pero reducir la aportación al funcionamiento de la orquesta es acabar con la orquesta porque ésta no es otra cosa que su plantilla de profesores. Y los profesores se marcharán, y muchos lo lamentaremos y nos avergonzaremos. Y quizás otros, con más visión, más conocimiento y mayor ambición volverán a empezar.

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