viernes, 16 de octubre de 2009

Doble estreno

Mundoclasico.com

Sevilla, 05/10/2009. Teatro de la Maestranza. Richard Strauss: La Mujer Silenciosa. Ópera cómica en tres actos, con libreto de Stefan Zweig. Marco Arturo Marelli, dirección escénica, escenografía, e iluminación. Dagmar Niefind, vestuario. Franz Hawlata (Sir Morosus), Julia Bauer (Aminta), Bernhard Berchtold (Henry Morosus), Klaus Kuttler (Barbero), Barbara Bornemann (Ama de Llaves), Elena de la Merced (Isotta), Karolina Gumos (Carlotta), Alfredo García (Morbio), Felipe Bou (Vanuzzi), Pavel Kudinov (Farfallo). Orquesta Sinfónica de Sevilla. Director: Pedro Halffter. Producción del Teatro de la Ópera de Viena y la Ópera de Dresde (1996)


La temporada operística 2009/2010 del Maestranza se inauguraba los primeros días de este mes con el, a su vez, estreno en nuestro país de una de las partituras menos interpretadas de Richard Strauss. Debido al origen de su genial libretista Stefan Zweig, La Mujer Silenciosa, vista por primera vez en Dresde hace casi setenta y cinco años, sufrió un rechazo considerable en la Alemania convulsa de los treinta, provocando que las notas de la partitura quedasen casi olvidadas hasta varios lustros después.

Para tan interesante acontecimiento -que se repite cada otoño y será el sello que deje la era Halffter en el teatro- se ha apostado sobre seguro con una producción estrenada en Viena en 1996, que más tarde visitó Dresde y París y de la que anteriormente formaron parte prestigiosos artistas como Natalie Dessay, Kurt Rydl, Michael Schade, Dietrich Henschel o nuestra Ofelia Sala.
Momento de la representación
© 2009 by Teatro de la Maestranza

Fiel a la obra y con un profundo conocimiento del universo straussiano, Marco Arturo Marelli dirige de modo magistral a los actores, desde el primer hasta el último compás, consiguiendo gracias a un ritmo trepidante y numerosas ideas felices que en ningún momento se pierda el interés por la comedia. Con un planteamiento escénico sencillo y elegante a modo de faro aislado -recordándonos el pasado marítimo de Sir Morosus-, el cuidado vestuario de Dagmar Niefind y la iluminación juegan un papel fundamental a lo largo de los tres actos, donde cada personaje, ya sea principal o secundario, queda perfectamente definido. No nos extraña que el montaje se siga reponiendo y demandando pasados los años.

La orquesta se estrenó este curso lírico con muy buenos resultados, y si bien su homogeneidad y empaste no nos sorprenden a estas alturas, es un gran placer que no debemos dejar de señalar y alabar. Al frente, el director titular Pedro Halffter, que volvía al terreno en el que se encuentra más cómodo, y nos ofreció una cuidada lectura donde primó el esfuerzo por establecer equilibrio entre foso y escena; el objetivo se consiguió en la mayoría de ocasiones, con un ligero sacrificio desde el punto de vista dinámico. Los mejores instantes, que el público agradeció anticipándose con sus aplausos, llegaron al final del acto segundo.
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Momento de la representación
© 2009 by Teatro de la Maestranza

Un elenco en su mayoría centroeuropeo hizo justicia a medias a tan exigente obra, y si bien en el plano actoral desempeñaron una labor irreprochable, las prestaciones vocales quedaron a veces empañadas; empezamos por el protagonista, Franz Hawlata, cuya voz de bajo no consiguió traspasar el foso en más de una escena, acusando problemas de proyección en el registro grave; tampoco brillaron las notas más altas, calantes, a las que conseguía llegar con considerable esfuerzo. Julia Bauer, polifacética soprano ligera de ascendente carrera, frasea con gusto y posee un instrumento interesante que no parece encontrar dificultades en el registro agudo, aunque un mayor desarrollo técnico le permitiría mejoras en la proyección y el control del aire. A su lado, el impetuoso Henry fue encarnado por el joven tenor austriaco Bernhard Berchtold, dueño de un timbre de no poca belleza, pero que debió luchar con una emisión encorsetada. Sin duda, el más completo intérprete de la noche fue el barítono Klaus Kuttler como barbero; desenvuelto en escena, con una voz homogénea de considerable extensión y rica en matices, dominó con maestría los pasajes declamados.
Un nutrido grupo de comprimarios entre los que se encontraban los españoles Elena de la Merced o Felipe Bou, cumplieron con profesionalidad sus breves cometidos, empapándose del espíritu de la obra y haciéndonos disfrutar sobremanera de su compañía operística itinerante.

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